Quiero hacer una aclaración, por supuesto que el acero de Damasco, una de cuyas fotos he puesto antes, se usaba en las armas cortantes y no en los morriones o capacetes. Pero el poso de los conocimientos de forja de los herreros andalusíes quedó en España. El objetivo de los herreros españoles fabricantes era conseguir un acero resistente al desgaste y a los golpes sin que esta dureza trajese aparejada la fragilidad.
La utilización de aceros extraduros con contenidos de carbono comprendidos entre el 1,3 y el 2,1 % en masa reunía estas características de dureza y resistencia al desgaste; sin embargo, sólo
si la conformación plástica por forja en caliente se hacía correctamente se evitaba la fragilidad obteniéndose, al mismo tiempo, una gran tenacidad.
El éxito fundamental de los herreros que fabricaban armas en España, las famosas espada de Toledo, tecnología aeroespacial de la época y que países enemigos temían y compraban con contrabando, estaba en la forja. Resultaba vital, sobre todo, la elección del intervalo de temperaturas en que se efectuaba esta operación, que debía estar comprendido entre 650 y 850 °C , es decir, entre el rojo sangre y el cereza. En este intervalo el comportamiento superplástico de estos aceros permite una excelente conformación, sin provocar consecuencias mecánicas negativas, originando la trituración de la cementita proeutectoide del límite de grano austenítico que se dispersa en la matriz del acero formando bandas en la dirección de forja. La fragilidad desaparece y aumenta la tenacidad, manteniendo una excelente resistencia debida al elevado contenido de carbono, no tanto como el acero de Damasco, pero más que el habitual en Europa y, por tanto, para las armas, en concreto, un filo cortante a pesar de un uso muy severo.
El trabajo en caliente permite una forja correcta hasta conseguir la forma deseada, siempre que se realice en el intervalo de temperaturas adecuado, ese era el verdadero secreto del acero de Damasco. Los europeos, acostumbrados a contenidos más bajos de carbono, solían trabajar en caliente a temperaturas más elevadas. Cuanto más elevadas eran las temperaturas, mayor plasticidad encontraban. Esta fue, posiblemente, la razón por la que no dieron con el secreto de los aceros de Damasco, el trabajo a temperaturas relativamente bajas, y que no fue descubierto hasta el siglo XIX.
Una vez conseguidas unas excelentes características de resistencia y tenacidad durante la forja, la resistencia puede mejorarse aún mediante adecuadas operaciones de temple.
Durante la operación de temple no se debe calentar por encima de la temperatura en la que el acero se sitúa en el campo austenítico, ya que esto provoca la redisolución de la cementita proeutectoide localizada en forma de bandas, algo que tiene consecuencias muy negativas en las características mecánicas del acero templado. En algunos casos, los frágiles límites de grano austenítico saturados de cementita proeutectoide se pueden regenerar de nuevo.
Durante la operación de forja en caliente ocurren diferentes cambios estructurales. Los carburos correspondientes a la cementita proeutectoide triturada, dispersada y alineada en bandas durante la forja en caliente, aparecen muy esferoidizados. Este hecho tiene influencias positivas en la tenacidad del material.
Para esos contenidos de carbono utilizados, el calentamiento, de apenas 5 min antes del temple, se efectuaba en el intervalo de temperaturas de 750 a 800 °C .
El temple se realizaba en agua obteniéndose una matriz martensítica con bandas de carburos en la dirección de forja, alcanzándose gran dureza.
El aprendizaje de los herreros andalusíes en la transformación de la estructura frágil de estos aceros en otra más resistente y tenaz, durante las etapas del Emirato y Califato de Córdoba, hizo que estas tecnologías de forja en caliente a temperaturas bajas -rojo cereza y rojo sangre- o rojo sangre de esclavo aceros de alto contenido de carbono (1,4 a 2,1 % C) pasarán a ser la tecnología propia de los herreros españoles, que sin pecar de soberbia podríamos decir que fueron los mejores del mundo, o al menos de Europa, (el tema japonés y sus katanas no lo controlo) durante los siglos XVI y XVII. No ha sido, por tanto, algo desconocido para España desde entonces la preparación de armas con aceros de gran resistencia y tenacidad. Espero que no me echeis del foro por este rollo infumable, pero quiero plasmar al menos lo complicado que es el proceso de una buena forja, no basta con calentar el hierro, meter carbono, forjar y enfriar y luego hacer un bonificado (un calentamiento posterior para aliviar tensiones, como diría Torrente) es mucho más complicado. Ya digo , incluso hoy día han sido incapaces de sacar las características mecánicas de algunas armas forjadas hace 500 años.
Lamentablemente de esto nadie dice nada ni Hollywood hace películas ni series....
otra grandeza más para el olvido.