El primer símbolo nacional español con 500 años de existencia es la Corona. El primer monarca de toda la España reunificada después de las guerras de Reconquista es Carlos I, proclamado en 1516. Mucho antes, después de la batalla de Vouillé (507), la monarquía goda se había establecido en toda España y en 589, con la conversión al catolicismo del rey Recaredo comenzó la identificación entre España y el catolicismo. Esta monarquía se rompió debido a la invasión sarracena, pero los reyes de la Reconquista, como los primeros asturianos, se consideraron continuadores de la legitimidad goda. Entre tanto, Cataluña, que nace a la historia en el siglo IX como frontera territorial del Imperio carolingio, con el nombre de Marca Hispánica, jamás fue reino independiente.
Sobre la bandera rojigualda, cabe señalar que los Estados modernos, donde los símbolos reales pasan a serlo de la nación, nacen a finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX. La bandera tricolor francesa es oficial desde el reinado de Luis Felipe de Orleáns (1830-1848), poco antes de que en España se convirtiese en nacional la bandera rojigualda, en 1843; la mexicana lo es desde 1822; la italiana desde 1848; la del Reino Unido desde 1801; la de la Santa Sede desde 1808; etcétera.
Traída por Juana I y Felipe el Hermoso
Pero antes de la bandera rojigualda hubo otra enseña centenaria que identificaba a los españoles: la cruz de Borgoña. La trajeron a España los reyes Juana I y Felipe el Hermoso, miembro éste de la Casa de Borgoña, y enseguida, en un momento de entusiasmo por el descubrimiento de las Indias, la exaltación de un monarca español a la dignidad del Imperio, las victorias militares en Italia y el florecimiento cultural, fue aceptada y hecha propia.
La cruz en aspa de San Andrés, los bastones cruzados de Borgoña, se convierten en símbolos de la Corona, los Tercios y la Armada españoles. También los usan las tropas no españolas del ejército, desde los portugueses a los alemanes. Y el rojo pasa a ser el color identificativo de soldados y oficiales en el combate, así como de los barcos en el mar.
Como señala el académico Hugo O’Donnell en el libro Símbolos de España, en el siglo XVI la Guardia Real y el personal de servicio de la Casa visten un uniforme del que, por motivos económicos, carecen las tropas: y éste es una mezcla de rojo y amarillo.
La corte donde sirven está en España y tanto soldados como servidores son "naturales destos reinos", por ello, se busca para éstos una combinación cromática que refleje la realidad española y se encuentra en el rojo y amarillo equilibrados, tiñéndose del primer color jubón, calzas y gorra, pero permitiéndose apreciar con generosidad el amarillo la unidad, quien numera según su propio cómputo a los monarcas de España.
Las aspas y el color rojo se mantienen como representativos de España después de la abdicación del emperador Carlos V. A esta bandera le acompañan las de los capitanes que mandan las compañías y los tercios. En ocasiones se incorpora el escudo real, y en el mar los barcos suelen añadir a su bandera imágenes religiosas como la Inmaculada Concepción, el Apóstol Santiago y otras. El fondo blanco empieza a ser el más difundido.
Con el rey Carlos II (1665-1700), según O’Donnell, la bandera ya "es común, general, tradicional y nacional". Con la Casa de Borbón, la bandera se convertirá en "única".
En 1785 Carlos III convocó el célebre concurso para seleccionar un pabellón para sus buques de guerra. El marino Antonio Valdés y Fernández Bazán, ministro de Marina, presentó doce diseños al rey, que escogió el conocido bicolor distribuido en tres franjas. En las décadas siguientes, la bandera de las aspas rojas sobre fondo blanco siguió siendo la que identificaba a España y a sus ejércitos, y así ocurrió en la Guerra de la Independencia frente al invasor francés, aunque la rojigualda también tuvo su bautismo de fuego y ondeó en las Cortes de Cádiz.
La rojigualda era tan popular que la Milicia Nacional, cuerpo reclutado y mantenido por la burguesía progresista contra la Guardia Real, la eligió como su pabellón.
Poco después, a impulsos de la opinión popular, mediante un real-decreto de 1843, la reina Isabel II convirtió la bandera en única para las embarcaciones militares y civiles y para todo las unidades militares.
Pedro Fernandez.